jueves, 7 de marzo de 2019

Aprender de los errores es el primer paso para el éxito de la dieta


1. Escoger la dieta al azar es igual de malo que estar a “dieta perpetua”. A menudo se olvida que la dieta, igual que un traje, ha de ser a medida. “Saltar de una dieta a otra para intentar bajar de peso es un gran error, pues al final nuestro metabolismo acaba ralentizándose, aumentando los niveles de cortisol con lo que también lo hará el estrés, la ansiedad y nuestra tendencia a almacenar grasa”. Si queremos adelgazar, es indispensable acudir a un especialista y seguir un programa profesional basado en nuestras características propias, tanto emocionales, como metabólicas, como de hábitos y vida social.

2. Fijarnos unos objetivos muy altos a corto plazo. A muchas personas les entran las prisas en determinadas ocasiones, ya sea para “lucir tipito en una boda” o para “superar la prueba del bañador”, pretendiendo perder 10 kilos en un mes. Una meta tan alta en tan poco tiempo pone en peligro el éxito de la misión. “Lo saludable y eficaz es perder 1 kilo a la semana, 1,5 kilos si realizamos actividad física, por encima de éste peso corremos el riesgo del efecto rebote, de perder principalmente agua y masa muscular, y de a los pocos días encontrarnos irritables, apáticos y débiles”, advierte el experto del IMEO. 

3. Saltarse las comidas. Está demostrado que realizar unas 5 comidas al día favorece el seguimiento de la dieta. La ingesta de alimentos debe ser cada 3-4 horas. Esto favorece un aumento del gasto metabólico y nos ayuda a evitar la ansiedad y a llegar con menos hambre a la siguiente comida.

4. Retirar algún grupo de alimentos o los que nos dan placer. “Para perder peso de forma efectiva, evitando el efecto rebote a medio y a largo plazo, no hay que retirar ni las proteínas, ni las grasas, ni los hidratos de carbono; simplemente hay que reducir la ingesta de algunos alimentos y aumentar la de otros, dejando los objetos de placer como excepción para el fin de semana”, aconseja el especialista.  

5. El mismo menú todos los días. La falta de variedad en una dieta aburre y hace que nos cansemos de ella al poco tiempo. Hay un amplio diapasón de alimentos, condimentos y formas de cocinar alternativas que nos ayudan a ser más creativos a la hora de comer. Si no nos gusta mucho la cocina, un buen libro de cocina fácil nos echará una mano en estos casos.

6. No beber agua durante la comida. Nada más lejos de la realidad, pues beber agua en nuestra comida no sólo que no engorda, sino aumenta los niveles de saciedad y nos hará comer menos cantidad. “El agua desnaturaliza el alimento a la hora de metabolizarlo y ralentiza nuestra digestión, incidiendo de forma directa en los niveles de acidez digestivos, por tanto es indispensable en la ingesta”, concluye Bravo. 

7. Los productos 'light' también engordan. Es común que cuando estamos a régimen introduzcamos alimentos con menos calorías o Light en la dieta. Sin embargo, muchas veces al saber que estos alimentos engordan menos, tendemos a consumir mayor cantidad. Al final, el resultado puede ser en un aporte calórico igual al alimento original.

8. Cenar sólo fruta. Llega el verano y el melón y la sandía se convierten en una cena “ligera” y refrescante. A pesar de que las frutas nos aportan mucha agua y vitaminas, también hay que tener en cuenta que contienen azúcares simples, que se digieren de forma rápida y nos proporcionan energía que precisamente no nos hace falta a última hora del día. Lo ideal es comer la fruta sola, así se absorben mejor los nutrientes, o media hora antes de la comida por su efecto saciante.

9. Mucha dieta, pero poco ejercicio. El término adelgazar consiste en conseguir gastar más calorías de las que nuestro cuerpo necesita para que éste recurra a las reservas de grasa para obtener energía. Cuando estamos a dieta restringimos el aporte de energía, pero ¿qué pasa cuando dejamos la dieta y volvemos a aumentar las calorías diarias? La actividad física hace que nuestro gasto calórico sea mayor y, por lo tanto, que consumiendo las mismas calorías no engordemos. Además favorece el metabolismo y libera endorfinas que nos hacen sentir mejor.

10. Consultar la báscula de forma compulsiva. El hambre que pasamos a cabo de un día no queda reflejado de inmediato en la báscula y, por tanto, no debe ser motivo para desesperación si hoy pesamos lo mismo que ayer o incluso unos gramos más, después de haber tomado mucha agua. Lo idóneo sería consultar la báscula una vez a la semana, al ser posible por la mañana y siempre en la misma hora. Si llevamos un control de todo lo que comemos y lo apuntamos, saldremos de dudas a la hora de la verdad.


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